El órgano supremo de las cosas
bosteza su letargo,
como un rugir marino,
como el grito de una ola parturienta,
y se eleva con fuerza sobrehumana
más allá de la conciencia y de la historia.
El órgano supremo de las cosas,
dinamitando muros y sotanas,
sepultando las babas del rebaño,
esculpiendo lo bello, lo sublime,
como una alondra de nieve ante el sol,
como la savia caduca de un muerto,
como la flor que brota
del vientre de la tierra.
El órgano supremo de las cosas...
Se han despertado el cuerpo y la palabra.