El órgano supremo de las cosas
bosteza su letargo,
como un rugir marino,
como el grito de una ola parturienta,
y se eleva con fuerza sobrehumana
más allá de la conciencia y de la historia.
El órgano supremo de las cosas,
dinamitando muros y sotanas,
sepultando las babas del rebaño,
esculpiendo lo bello, lo sublime,
como una alondra de nieve ante el sol,
como la savia caduca de un muerto,
como la flor que brota
del vientre de la tierra.
El órgano supremo de las cosas...
Se han despertado el cuerpo y la palabra.
Me gustaría saber más, para entender mejor.
ResponderEliminarHermosa música que sale de este escrito! Me imagino colores pasteles... no se por qué...
ResponderEliminarUn saludo!
Ya lo creo que se han despertado, ¡qué magia tiene este poema! El órgano supremo que crea la felicidad, esa profunda y breve sinfonía...
ResponderEliminarMuy bueno, si señor
ResponderEliminarme alegro de que os guste, este poema lo hice hará un par de meses, después de varias e intensas lecturas del genio de Nietzsche.
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