Nací muerto por nacer de alguna manera,
bien podría haber nacido escritor,
pacifista, u hombre de altos ideales,
creador de corrientes axiológicas, o quizás
un casanova de alegre condición...
cualquier cosa,
menos esta piedra tan quebrada.
A veces, solo a veces,
y por cierta circunstancia inexplicable,
me dejo llevar por emociones
claramente primaverales.
Silbo por las calles,
saludo a los vecinos,
dejo propina en la taberna,
incluso escucho a quién me habla.
El resto del tiempo lo paso
muriendo,
como el ancla
que va oxidándose
poco a poco
allá en el viejo muelle.
Y no me preguntéis
el por qué de este sentimiento
tan ajado, tan de fin de fiesta,
pues podría aludir, por supuesto
en defensa propia, a cuestiones
de filosofía nocturna, argumentando
éticas crepusculares y mitologías de bar.
No preguntéis el por qué,
entended que es tan solo un
sentimiento.
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