Cantó el borracho, llanto enloquecido
de sombras de ciprés, luciferinas
sonatas en alcobas diamantinas.
Llantos burlescos de amor y de olvido.
Cantó el poeta, noctámbulo gemido
de escarcha, marchitadas golondrinas
que siembran pulcro verso en las esquinas.
La blasfemia de un beso envejecido.
Poetas, borrachos, malditos sirvientes
de ritmo nochernirgo, caballeros
sin fe. Tormento y rechinar de dientes
agitan vuestras almas. Extrajeros
de exilio sempiterno, que a las gentes
aliviáis con oscuros cancioneros.