sábado, 7 de marzo de 2009

A mi gran amigo, Leal Funes, en Salamanca.



Bella esbeltez de tu engendro pulido,
que a pulso libertino exhala al viento
el horror salmantino, el descontento
de un sepulcro letrado y desmentido.

A bordo de tu espectro dolorido
exaltas el desorden ceniciento,
luz infecunda del alba, esperpento
de glorias ordenadas sin sentido.

Ya fluye por Castalia ron añejo,
por fin emerge tu verso, ¡jadeante!,
carnívoras estrofas de Vallejo,

renace Babilonia a cada instante.
Morirás entre alcohol, abrupto y viejo,
tan joven, tan lascivo, tan brillante.

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